Esta entrada no estará completa sin la banda sonora.




Se ruega al lector de este blog que siga las instrucciones aquí indicadas:
I. Aíslese y póngase unos auriculares.
II. Ajuste el volumen alto.
III. Apriete el botón del play y continúe su visita. 









































Podría estar ocurriendo ahora mismo. 

Una niña acostada en un improvisado dormitorio en el maletero de un Renault 11. 
Pudo ocurrir sólo una vez o muchas, durante horas o un sólo instante. 

El brillo de la noche y las oscuras estrellas me absorbieron el seso. 


No hay forma de volver a aquel momento porque no sé si pasó o si está por pasar.


Cuando quiero recordar esas noches de carretera, sólo siento el zumbido ronroneante del motor 
y la música lejana, el suave folk que escuchaba mi padre.
 Aún me pregunto cómo podía aguantar despierto al volante.

Recuerdo también el movimiento suave sobre el asfalto y mis pestañeos. 

Recuerdo que, tumbada boca arriba jugaba con las estrellas a aguantarles la mirada. 
Pero siempre me ganaban, porque yo veía en ellas a todos aquellos que ya no están 
y lloraba.



No hay forma de volver a aquel momento porque no sé si alguna vez salí de él.















IV. Cierre los ojos y regrese a su propio recuerdo.

















 A veces pienso que debería odiar a Warhol. 

 Que no debería gustarme su personalidad. 

 Que su obra debería parecerme absurda. 



 Que no debería admirarle. 

 Que no debería haberme quedado petrificada al ver sus obras expuestas en el MoMA. 

 Que no debería ser mi artista favorito. 

 Que no debería tener este libro. 


























Pero logró lo que quería.




Y ahora está en todas partes.



















No quería que os perdierais ni una sola de las pinceladas que componen esta maravilla. 


Tenía 11 años cuando visité por primera vez el museo Thyssen-Bornemisza (Madrid), y desde entonces tengo una pequeña postal con este cuadro. 
Yo no tenía ni idea de qué era el puntillismo, el arte impresionista ni conocía el resto de la obra de Henri Edmund Cross, pero ya elegí esta como mi obra preferida del museo.

Y no me había dado cuenta aún de su increíble belleza hasta que no lo he visto a través de la pantalla del ordenador y en tamaño XXL, 
y con el peso del tiempo, que me ha hecho ver otras cosas bonitas
y otras no tanto.















































No sabemos qué tiene Frida Kahlo que nos encanta.
Por qué sus pinturas nos cuentan tantas historias, a veces incluso personales, que parecían olvidadas.
Qué tiene su cara, su forma de vestir, su extraña manía de autorretratarse con una sola ceja.

No todo cabe en un diario, y no todo lo que se dice en él es cierto.
Pero si no podemos dar nada por cierto, entonces un diario como este cobra todo su sentido.




















Diego:
Nada comparable a tus manos, ni nada igual al oro verde de tus ojos. 
mi cuerpo se lleva de ti por dias y dias. eres el espejo de la noche. la luz violenta del relámpago. la humedad de la tierra. 
El hueco de tus axilas es mi refugio. mis yemas tocan tu sangre.









The Diary of Frida Kahlo: An Intimate Self-Portrait de Sarah M. Lowe y Carlos Fuentes 



   








It's terrible
that I don't have
a photo of you

I tried to draw 
pictures of you
from memory
but I don't like
any of them







The truth is 
that I don't 
 want a drawing
or a photo










I want you




I need to feel

your hands 

on me



Pictures by Ben Alper Backround Noise
Poem by Barry Gifford Back in America