Esta entrada no estará completa sin la banda sonora.
Se ruega al lector de este blog que siga las instrucciones aquí indicadas:
I. Aíslese y póngase unos auriculares.
II. Ajuste el volumen alto.
III. Apriete el botón del play y continúe su visita.
Podría estar ocurriendo ahora mismo.
Una niña acostada en un improvisado dormitorio en el maletero de un Renault 11.
Pudo ocurrir sólo una vez o muchas, durante horas o un sólo instante.
El brillo de la noche y las oscuras estrellas me absorbieron el seso.
No hay forma de volver a aquel momento porque no sé si pasó o si está por pasar.
Cuando quiero recordar esas noches de carretera, sólo siento el zumbido ronroneante del motor
y la música lejana, el suave folk que escuchaba mi padre.
Aún me pregunto cómo podía aguantar despierto al volante.
Recuerdo también el movimiento suave sobre el asfalto y mis pestañeos.
Recuerdo que, tumbada boca arriba jugaba con las estrellas a aguantarles la mirada.
Pero siempre me ganaban, porque yo veía en ellas a todos aquellos que ya no están
y lloraba.
No hay forma de volver a aquel momento porque no sé si alguna vez salí de él.
IV. Cierre los ojos y regrese a su propio recuerdo.