La luz que daña la ternura
es la misma que purifica
cuando el fuego prende y
te quema las entrañas,
viscosas,
los sucios rincones donde habitan
seguridad y egoísmo.
La oscuridad que te guarda
es la misma que reconforta
cuando el agua negra
del olvido te cubre al fin,
arrastra la compasión
e inunda la conciencia.
Cielo e infierno,
sangre, recuerdo,
paseo y la mano,
la garra quebrada
de lo que pudo ser.