El   billete nuevo   es duro
y liso y flexible.
Tiene las puntas afiladas.
Huele a banco.


El   billete viejo   se dobla,
se encoge y es frágil.
Tiene las puntas manchadas.
Huele a manos.


Pobre trocito de papel inerte,
¡hasta Quevedo le condenaba ya!
¿No estará harto el dinero de pasar de mano en mano?
¿De tener siempre el mismo dueño?
¿Harto de ser medio y motivo de la corrupción? 

¿Harto de ser el centro de atención?


Aclamado, reclamado, implorado,
odiado y criticado,
manoseado, calculado, arrugado,
usado, pedido y expendido,
guardado, robado,
intercambiado.

Corrupto.


No podemos crear un monstruo y
después quejarnos de que está arrasando con todo.
Y con todos.




Gracias, Papá, por darme una rápida clase de economía
y ayudarme a comprender que los números, los billetes y los bancos
son creaciones humanas y que, por tanto, la culpabilidad 
no debe atribuirse a un ente abstracto,
sino a una serie de nombres y apellidos.







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